"Está dicho expresamente que no logran nunca despertarse: cuando en sueños les sucede algo que amenaza con pasar a lo real, se perturban tanto que de inmediato se despiertan, es decir, que siguen soñando."[3]
Que la pubertad despierta, es casi un axioma de la práctica psicoanalítica con adolescentes. Con Lacan entendemos que despierta porque hace presente el agujero de la no relación sexual. El púber se confronta, en este segundo momento lógico, con el hecho de que hay un goce que aparece por fuera de la imagen del cuerpo y a su vez con que no hay un saber escrito de antemano que le dé una respuesta a cómo lidiar con él. Pero a diferencia de lo que ocurre en la infancia, existe la posibilidad que esto no sólo quede en la fantasía, sino que haya encuentro con otro cuerpo.
En la primera entrevista Alicia, de 12 años, dirá que pidió venir porque no se estaba sintiendo cómoda con su cuerpo. También hablará de peleas con sus amigas, me transmitirá los pormenores y los nombres de ellas para que pueda entender quién se pelea con quién, quién habla de quién, quién está celosa de quién y así sucesivamente. Al finalizar le digo "andas peleada con tu imagen", se ríe pero eso queda ahí. En las siguientes entrevistas retomará el tema de las amigas y las peleas; el distanciamiento de quien fuera su mejor amiga hasta ese momento, la llevará a darse cuenta de un pequeño detalle: "necesito que otra hable por mí".
En una sesión, en la que no sabe muy bien por dónde seguir, le propongo que me hable de lo primero que se le ocurra. La freudiana regla fundamental evoca en ella dos pesadillas que aparecen de forma recurrente y la hacen despertar llorando. La escucho con especial atención y le pregunto si le parece bien que tome nota.
La primera: "Están mis ojos, no estoy yo, en frente mío pasa una línea, sobre una pared blanca, hasta que pasa algo que sobresale. Y no sé por qué me da miedo. Siento el sueño, es todo suavecito y luego pasa esto y se siente raro, áspero."
La segunda: "Yo estaba durmiendo y veía algo blanco que estaba rodando por mi habitación, dicen números, tienen que llegar a tal número pero no pueden llegar. Siempre me levanto antes que lleguen a ese número."
No se le ocurre ninguna asociación. Lo que le llama la atención es que esos sueños le produzcan miedo y la hagan despertar. Sus pesadillas, que prescinden de las figuras de lo horroroso, nos muestran con total claridad cómo lo que despierta es el encuentro con un real, en el sentido en que hacen presente lo irrepresentable. Mirta Berkoff, nos dice que "así como la angustia, la pesadilla es un acontecimiento de cuerpo que hace presente lo indecible, aquello de lo humano que es inhumano y escapa a la solidaridad con la palabra."[4]
Decido preservar el enigma. Sólo le digo que, para nosotros, los psicoanalistas, los sueños son muy importantes y que tal vez algo le produce miedo y no encuentra las palabras para poder hablar de eso.
La siguiente entrevista empieza su relato diciendo "soñé algo horrible". Está con dos amigas, su hermana menor y la hermana menor de su amiga, las cinco solas en una cafetería, ve tres chicos más grandes, uno con cara de drogado. Las dos nenas desaparecen. Ahí se despierta. Para este sueño sí se le ocurren asociaciones. Dice que lo que le daba miedo de ese sueño era pensar que "el loco iba a agarrar a las chicas". Lo pone en serie con otro en el que le roban el celular y me cuenta que para su abuela los sueños hablan de algo que va a pasar: "Ay, no ¡qué miedo! Te imaginás, que me roben lo más preciado". Lo más preciado, su familia y su celular.
Subrayo ese miedo a ser robada y produzco un pequeño desplazamiento, le digo que su sueño muestra que tiene miedo a perder lo más preciado. Finalizo la sesión diciéndole que tal vez sus sueños no vayan a predecir el futuro, sino que hablan de algo que ya está pasando, algo que ahora la tiene angustiada. "Qué miedo saber", me responde.
Su idea de que los sueños son premonitorios permanece. Cobijarse bajo el saber de la Otra, en este caso de su abuela, es una forma en la cual el interés por el saber se conjuga al mismo tiempo con el horror al saber: rechazo a leer en sus propias palabras un saber sobre lo más íntimo, sobre la angustia que causa su división.
Y sin embargo, el inconsciente interpreta, continúa produciendo sueños que la despiertan y los sigue trayendo a sesión. Ahora sueña que debe pasar unas pruebas con su familia, se pelea con su hermana menor y caen al agua, que está llena de serpientes, animal que le produce mucho miedo. Me cuenta de las peleas con su hermana, quién se enoja porque Alicia ya no quiere jugar con ella. Sueña también que hay unos hombres que quieren robarle a ella y a su familia. Se despierta antes de que lleguen a hacerles algo. "Qué miedo saber", le digo y corto la sesión.
En la siguiente entrevista podrá hablar del miedo que le produce el secundario. Quiere ir al mismo que va su prima, una escuela técnica. Le pregunto por la orientación que tiene esa escuela y me dice que no sabe, me río y le vuelvo a repetir "qué miedo saber", se ríe y doy por concluida la sesión, animándola a interesarse por saber para poder elegir.
Seguirá el rastro del miedo en la siguiente entrevista y podrá formular lo que, a mi juicio, la llevó a consultar: "me da miedo crecer. No quiero." Trata de explicarme: "Antes yo era un triángulo, ahora soy una pelotita y me voy a convertir en un cuadrado, cuando me convierta en un cuadro la pelotita ya no va a estar. Yo no voy a estar. Me da miedo perderme."
Tal como nos indica Daniel Roy, lo que Freud llama el trabajo del sueño tiene como función "hacer «presentable» cosas «poco presentables»"[5]. Sus pesadillas son un primer intento de cernir lo irrepresentable, aquello que hace agujero en la trama simbólica y que, por ende, despierta. Y el trabajo del sueño continúa, produciendo interpretaciones fantasmáticas sobre lo inquietante. Alicia se ha servido de sus sueños para darle rostro a la angustia, para ir localizándola a través de esas figuras que le producen miedo. Se corrobora así, que el miedo es una primera localización de la angustia.
Tiene miedo, además, de que sus sueños sean premonitorios y le anuncien algún peligro. Mientras tanto ha podido empezar a hablar de ese peligro actual que se llama la pubertad. Sueña para que ese peligro no la despierte demasiado. Sueña también para suscitar en Otra, la analista, el deseo de saber y de interpretar esos sueños, buscando así hacerse un lugar en su deseo. Razón de más para estar advertida del punto en el cual abstenerse y de la maniobra que hay que inventar, cada vez, para que Alicia consienta con la posición analizante y deje de buscar otra que hable por ella, por lo menos en el lapso de su sesión en análisis. Que sus fantasías sobre el deseo del Otro le permitan volverse a dormir, porque "despertar es uno de los nombres de lo real, en tanto que imposible"[6], pero con otra relación a lo que hace agujero.
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