RSI EN EL SUEÑO [1]
_Fabián A. Naparstek

Obra: Jeroglífico del sueño, 1992
Artista plástico: Luis Felipe Noé
Acrílico y tinta sobre tela, 120 x 150cm
Gentileza Fundación Luis Felipe Noe

«Tengo derecho, igual que Freud, a comunicarles mis sueños.
Al contrario de los de Freud, no están inspirados por el deseo
de dormir; a mi me mueve mas bien el deseo de despertar. Pero, en fin, es particular.» (J. Lacan: "la tercera", en Intervenciones y
Textos 2 , Ed. Manantial, página 95, 1988, Bs. As.)

En el Seminario 2 Lacan se detiene a analizar el famoso sueño freudiano de la inyección de Irma. J.-A. Miller señala con mucha precisión que en ese momento Lacan emplea a los tres registros considerando la oposición del binario simbólico - imaginario y dejando a lo real como lo que "queda excluido del campo psicoanalítico"[2]. Sin embargo, en estas clases se puede percibir claramente el lugar central que le adjudica a lo real y en relación con el despertar[3]. Es sumamente interesante que en el momento que Lacan se aboca a trabajar la cuestión del despertar, lo real cobra un nuevo estatuto que no tenía hasta el momento y que le va a llevar un tiempo de elaboración poder articular en la teoría. Quiero decir que no va a ser, por lo menos, hasta la época del seminario 7, La ética del psicoanálisis, que lo real empieza a tomar el estatuto que ya se percibe en estas clases del Seminario 2. Por otro lado, no es que Lacan intente examinar el sueño en términos de interpretar mas allá de Freud lo que Freud mismo no pudo analizar, sino que se dedicó a tratar de articular el sueño con los tres registros y extraer de allí consecuencias. En este sentido, la primera maniobra implica dividir al sueño en dos operaciones diferentes, que resumen su funcionamiento. Separa pues, dos operaciones que responden, por un lado, al acto de tener el sueño y por el otro, a la práctica de interpretación posteror. A estas dos operaciones las formaliza respectivamente como imaginar el símbolo - iS - o sea "poner el discurso simbólico bajo forma figurativa" [4] y simbolizar la imagen - sI - o sea "hacer interpretación de un sueño"[5]. Uno podría superponer esta formalización con la realizada por Freud en el famoso esquema del peine y ver que efectivamente es un esquema que toma en cuenta sólo estos dos registros. Sobreponer ambas formalizaciones supone articular la vía regrediente con la primera operación y la vía progrediente con la segunda.

Hasta este punto se ve la simpleza que tenía Lacan para retornar a Freud, pero aún no tenemos nada novedoso respecto del despertar y lo real. A su vez, Lacan divide al mismo en dos momentos con dos "culminaciones"[6] bien marcadas. Lo que quiero subrayar, en este caso, son los puntos hacia donde converge el sueño en cada uno de estos momentos. El primero "desemboca en el surgimiento de la imagen terrorífica, angustiante, verdadera cabeza de medusa; en la revelación de algo hablando estrictamente, innombrable, el fondo de esa garganta, de forma compleja, insituable, que hace de ella tanto el objeto primitivo por excelencia, el abismo del órgano femenino del que sale toda vida, como el pozo sin fondo de la boca por el que todo es engullido; y también la imagen de la muerte en la que todo acaba terminando ..... "[7]. Descripción poética, si las hay, pero que no deja de distinguir ciertas relaciones. Quedan ligados aquí la angustia con el órgano femenino, la castración -implícitamente en la imagen de la cabeza de medusa-, lo innombrable y la muerte. Aunque más preciso es sin embargo cuando afirma que se trata de la "aparición angustiante de una imagen que resume lo que podemos llamar revelación de lo real en lo que tiene de menos penetrable, de lo real sin ninguna mediación posible, de lo real último, del objeto esencial que ya no es un objeto sino algo ante lo cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan, el objeto de angustia por excelencia"[8]. Creo entender que sólo ocho años después ya con el Seminario 10, La angustia, se puede explicar este párrafo tan difícil para aquel momento de la enseñanza de Lacan. Lo primero que llama poderosamente la atención es que ya en aquel momento liga a la angustia con un objeto[9]. En segundo lugar, enlaza la angustia con la aparición de un real, un real claramente situado por fuera de lo simbólico, ya que indica que es el punto donde tenemos a lo innombrable, dónde las palabras se detienen y las categorías fracasan[10]. Pues, de esta forma se agregan a la lista de lo femenino, la muerte y la castración, el afecto de angustia ante la aparición de lo real y la presencia de un objeto innombrable. Es decir, que el sueño, que en primer lugar está formalizado bajo diferentes combinaciones de los registros simbólico - imaginario, ahora testimonia que puede toparse con lo real. Un real que saca al sueño del ida y vuelta, progrediente y regrediente, del girar constante entre los registros simbólico e imaginario. Es interesante ya que el toparse con un real supone una detención dentro del círculo sin fin que trasluce el trabajo del sueño. Esta es una idea lacaniana que aparece muy desde el comienzo, pero que toma mucha fuerza en el seminario siguiente. Se trata de la noción de que lo real en su aparición o revelación detiene la cadena significante. No está dicho por Lacan, pero uno podría extraer de esto una idea semejante a la que había arribado Freud en sus últimos años respecto del sueño. Si para Freud el sueño es el intento de una realización de deseos, con Lacan podríamos decir que el sueño es el intento de simbolizar la imagen e imaginar el símbolo. En ambos casos se trata de una aspiración que puede ser fallida y allí uno se topa, freudianamente hablando, con la pulsión aflorante proveniente del trauma y en palabras de Lacan con lo real. Para Freud se trata de lo que interrumpe el reposo o dicho de otro modo, de un despertar que no es para seguir durmiendo. A su vez, para Lacan también se trata de un despertar. He aquí que Lacan retoma la pregunta de Erikson y se cuestiona "¿Por qué no despierta Freud?"[11] ante la revelación de la imagen comentada. Da a entender de esta forma que dicho golpe angustiante supone un despertar y se ve claramente que este despertar tiene ciertas características específicas. El despertar coincide aquí con la detención de la cadena significante por el encuentro angustiante ante un real. Se extrae finalmente de estos planteos que el despertar nos queda del lado del enfrentamiento con un real y el dormir circulando en el espacio simbólico - imaginario. Este último, es un espacio que regula tanto la vida nocturna (imaginar el símbolo; soñar) como la vida diurna (simbolizar la imagen; interpretar). El sueño y su interpretación giran en esta época por los andariveles simbólico - imaginario, que hacen del mismo un rodar interminable, salvo que se tope con lo inesperado, con lo imprevisto de lo real. Ahora bien, dando un paso mas, recuerdo que en un ensayo[12] sobre la alucinación, he destacado una diferencia entre la irrupción de lo real en la neurosis -enmarcado en lo imaginario- con la irrupción de lo real en la psicosis como fenómeno elemental en donde se encuentra ausente dicho marco. Aunque Lacan sustenta en esta clase que en el momento capital de la angustia se produce una "descomposición imaginaria"[13] o "caos imaginario"[14] se refiere fundamentalmente a la unidad imaginaria del ego. La descomposición yoica no impide pensar que aún en el momento de irrupción de lo real en el sueño tenemos un marco imaginario, o sea que se trata de la imagen terrorífica y no de una alucinación verbal. Según J.-A. Miller -hablando de la neurosis- "lo imaginario del sueño ofrece a veces, a lo que está forcluido de lo simbólico, una ilustración visual patética que se paga con angustia"[15]. Podemos, por fin, deducir una diferencia entre el sueño y el dormir. El dormir como deseo está ligado a una tendencia natural[16] del sujeto humano de mantenerse en los rieles del campo simbólico - imaginario. El soñar es uno de los "actos psíquicos"[17] que intentan llevar a buen puerto la tendencia dormitiva del aparato psíquico. Este intento se realiza por la vía de una alucinación denominada inocua[18], diferente de aquella, como falla del sueño, que rompe la tendencia antes destacada. De acuerdo con esto, se nos ofrece ahora la posibilidad de articularlo con los tres registros en los términos que venimos comentando:

Interpretación
Simbolizar la imagen
sI
Relato del sueño
Tener el Sueño
Imaginar el símbolo
iS
Figurabilidad (alucinación)
Falla del sueño
Imaginar lo real
iR

No me voy a detener en seguir el hilo de cómo se las arregla Freud para continuar soñando luego de la visión terrorífica de la garganta -cuestión que está muy detalladamente descripta por Lacan en las clases que estoy comentando-. No obstante, el sueño culmina una segunda vez y en este caso ya no se trata de la imagen terrible de la garganta de Irma, sino de la aparición en grandes caracteres escritos de la fórmula de la trimetilamina. Si en el primer caso tenemos una irrupción de lo real que frena el devenir del sueño, ya dijimos que no es sin un marco imaginario, no es sin los contornos de la imagen de una boca abierta. Propongo pensar que en la primera detención del sueño hay una aparición que se encuentra comandada por el entrelazamiento de lo imaginario con lo real. Empero en cuanto a la segunda interrupción no parece responder a la misma configuración. Lacan compara ambos finales con la visión alucinatoria del Festín de Baltasar[19], pero de una forma sutilmente diferente. Para el primer caso Lacan nos dice que se trata de "una visión de angustia, identificación de angustia, última revelación del eres esto: eres esto que es lo mas lejano de ti, lo mas informe. A esta revelación comparable al mane, thecel, phares, llega Freud en la cumbre de su necesidad de ver, de saber, ..."[20] . En este trance pone el acento en la revelación, en lo que se presentifica por la búsqueda sin freno, por ir mas allá, en lo que acomete por detrás de toda imagen que podría velar lo informe siendo lo mas lejano y propio a la vez. En el segundo acontecimiento subraya ya no la imagen, sino la "fórmula escrita, con su lado mane, thecel, phares, sobre el muro, mas allá de lo que no podemos dejar de identificar como la palabra, el rumor universal."[21]. Si en el primer final está resaltado la imagen terrorífica y lo revelatorio, en el segundo está remarcada la fórmula escrita sobre el muro. En esta vía Lacan señala que "al igual que el oráculo la fórmula no da ninguna respuesta a nada. Pero la manera misma en que se enuncia, su carácter enigmático, hermético, sí es la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sueño. Se la puede calcar de la fórmula islámica: No hay otro dios que dios. No hay otra palabra, otra solución a su problema, que la palabra."[22]. Es la forma con la que puede explicar en esta época la función de lo escrito para el sujeto humano. No deja de evocarnos los últimos planteos sobre el lugar de la letra en el parlêtre, tanto en su nueva concepción del inconsciente y en la separación entre el lenguaje y lalengua como en la concomitante y novedosa noción de síntoma. Aunque sin ir tan lejos, podemos extraer varias derivaciones de esta lectura.

Lo que me interesa acentuar es que, en la comparación de ambos finales, el segundo responde a un detenimiento de la cadena, pero ya no por una irrupción de la imagen terrorífica, sino por un elemento simbólico de otro orden que el significante encadenado en la retórica. Jules Séglas también toma el mismo ejemplo que Lacan -el festín de Baltasar- para demostrar lo que él llama la "alucinación visual verbal"[23]. Indico esto último para situar que tanto para Lacan como para Séglas se trata de un fenómeno del lenguaje, pero con otra estructura que el lenguaje articulado[24]. Nuevamente nos vemos llevados a la comparación entre un suceso en la neurosis que detiene el discurrir significante y el fenómeno elemental. Es que Lacan mismo habla de lo enigmático y lo oracular de la fórmula en este caso y de la fórmula para el fenómeno psicótico. Concretamente en el festín de Baltasar se ve la diferencia entre los sueños que había tenido anteriormente el rey y esta visión alucinatoria de las letras en el muro. Los sueños precedentes lo llevaban a demandar una interpretación satisfactoria, pero en este evento no sólo pedía la interpretación, sino que en primer lugar requería que le leyeran la escritura y en todo caso luego una posible interpretación. Se recorta también de este suceso que la aparición de la escritura detiene la escena y "entonces el rey mudó de color, le perturbaron sus pensamientos, se le desencajaron las coyunturas de sus caderas y batíanse sus rodillas una contra otra"[25]. Finalmente, debemos consignar simplemente otro modo de detención de la cadena que se inserta ya no en el camino de imaginar el símbolo, sino en el de simbolizar la imagen. Me estoy refiriendo al ombligo del sueño que detiene las asociaciones cuando el "sueño se inserta en lo desconocido"[26].

NOTAS

  1. El presente trabajo es un recorte del Ensayo del ciclo lectivo 1999 en el Instituto Clínico de Buenos Aires. Inédito.
  2. Miller, J.-A.: Curso de La orientación lacaniana, "Donc", clase VII, del 15 de Junio de 1994, inédito. La traducción es mía.
  3. Aunque como lo plantea J.-A. Miller se sigue manteniendo el binarismo y en este caso es lo real frente a lo imaginario y lo simbólico juntos.
  4. Lacan, J.: "El Seminario, Libro 2", El Yo en la teoría y en la técnica psicoanalítica, Ed. Paidós, Buenos Aires, p. 232.
  5. Idem, p. 232.
  6. Idem, p. 240.
  7. Idem, p. 249.
  8. Idem.
  9. Hay que recordar aquí la conocida discusión en el Seminario 10 sobre si la angustia es sin objeto o, como lo plantea Lacan, es "ante algo", ante la presentificación del objeto a.
  10. Cabe aclarar que en este Seminario se maneja con la definición de lo real como lo que vuelve siempre al mismo lugar y es en el seminario siguiente que utiliza la definición de lo real como lo que está fuera de lo simbólico.
  11. Idem 4, p. 236.
  12. "La alucinación en la neurosis", en Croquis Clínicos, Año 1- Número 1, ediciones Eolia, Mayo 1997, Bs. As., páginas: 35 - 50.
  13. Idem, p. 251.
  14. Idem, p. 257.
  15. Miller, J.-A.: "Despertar", en Matemas I, Ed. Manantial, 1987, Bs. As. p. 121.
  16. Idem, p.118.
  17. Freud, S.: "La interpretación de los sueños", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, España, tercera edición, T. 1, p. 670.
  18. Idem 12, (Naparstek), p. 47.
  19. Ver Antiguo testamento, ed. Asociación Bíblica Católica, Bs. As., 1986, 'Daniel cap. V., p. 1128.
  20. Idem Lacan, p. 235-236.
  21. Idem Lacan, p. 240. El subrayado es mío.
  22. Idem 49.
  23. Séglas, J.: "Las alucinaciones", en análisis de las alucinaciones,Ed. Eolia-paidos, Bs. As., argentina, 1995, p. 211.
  24. J. Séglas utiliza este tipo de alucinación como una demostración mas para separar lo verbal de los sentidos en la alucinación, ya que una alucinación puede ser verbal y no necesariamente auditiva. En J. Séglas lo verbal responde a lo que él llama trastornos del lenguaje.
  25. Idem 19 (Antiguo testamentro) , p. 1129.
  26. Idem Lacan, p. 239.