¿Por qué es tan difícil dormir a los niños? ¿Por qué les cantamos canciones de cuna o les contamos cuentos antes de dormir? Si el sueño en el niño fuese una pura realización de deseos ¿por qué no es grato para los niños entregarse a soñar? ¿Cómo explicar los tan frecuentes "sueños feos"?
Freud se dedicó a explicar cómo se forman los sueños. En su primera teoría propone que al dormir el yo baja la guardia permitiendo que a través de un trabajo de condensación y desplazamiento que deforma lo reprimido los contenidos del inconsciente pueden surgir. Es así como el sueño podría alucinatoriamente realizar los deseos inconscientes sin demasiada censura.
A través de esas deformaciones el soñante toleraría las representaciones. En ese aspecto el sueño efectivamente sería el guardián del dormir.
Freud agrega que en el caso de los niños la realización de deseos sería más directa dado que aún no habría actuado la censura. El sueño, entonces, tendría menos necesidad de disfrazarse. Un ejemplo de Freud es el de su hija Ana que después de un día de dieta murmura dormida "fresas, fresas frescas, papilla". Freud lo coloca entre los sueños de niños hambrientos que se satisfacen alucinatoriamente. Sin embargo a partir de esta primera teoría del sueño, no se explicaría el rechazo de los niños a dormir, acompañado generalmente por angustia.
¿Qué monstruos los acechan a los pies de la cama? Una nueva teoría en Freud se acerca más a responder nuestra pregunta. La repetición del trauma en los sueños traumáticos e incluso en el Fort Da del niño le hará evidente la compulsión a la repetición y la pulsión de muerte. El sueño pasa a ser un intento de realización del deseo pero con la posibilidad de ser fallido ya que una fijación traumática pulsional se podría volver activa y aflorar saliendo a la luz.
El sueño entonces tiene un origen traumático y se aproxima a la idea de Lacan que plantea que hay un real implicado en él. Real que puede ser eficazmente velado o no, y en este último caso dar origen, entonces, a las pesadillas. Es un punto de falla en la red simbólica que teje el sueño. Estamos ante lo Unerkannt freudiano, lo no reconocido, punto en el que se detiene el sentido del sueño. Eso no simbolizado, ni simbolizable, se enlaza, para Freud, a lo reprimido primordial. Aquello que no puede ser dicho es para Lacan un agujero del orden de lo real. Lo que acecha a los pies de la cama de los niños es un agujero en la red de los dichos cercano al real traumático.
El niño se encuentra por estructura más cerca de lo primordialmente reprimido, más a merced del real traumático. Esto lo hace estar, por lo tanto, más próximo a aquello que en el sueño se presenta como insondable, siendo ese punto de falla en el tejido lo que despierta en los sueños.
Al no contar aún de lleno con la red simbólica, el niño, no ha tomado posición en un discurso. En el grafo del deseo lo ubicamos en un entre dos, entre enunciado y enunciación. Esto tiene como consecuencia que se encuentre carente de poner en marcha el proceso desciframiento inconsciente que velaría eficazmente la pesadilla. Sin todo el andamiaje que provee la neurosis, se le hace más difícil elaborar mediante el trabajo del sueño lo pulsional aflorante.
Si "lo simbólico se afloja puede advenir entonces una irrupción de goce sobre el cuerpo, un acontecimiento del cuerpo que despierta"[1]. Consideramos, entonces, la pesadilla como un acontecimiento de cuerpo que hace presente lo indecible. Confronta al sujeto a un significante opaco, un vacío de significación en el Otro. Vicente Palomera ha trabajado este tema en: "Dormir no es tan fácil", "(…) la pesadilla pone en juego un goce oscuro que no se presenta en forma de lenguaje: de él no se puede decir nada, es opaco, impensable e innombrable"[2]
En latín pesadilla se dice incubus, la traducción de "in" es "sobre" y de "cubare" es "yacer", "acostarse". En la creencia y mitología popular europea de la Edad Media Incubus era un demonio que se suponía se posaba encima de la víctima durmiente para tener relaciones sexuales. O sea era un monstruo que venía a gozar secretamente del sujeto durante el sueño.
La mitología ha dado sentido a ese vacío de significación que Freud ubicó como Unerkannt en el sueño, haciendo existir al Otro que no existe. El demonio no es más que la figura del Otro gozador que el sujeto inventa en el fantasma. Los monstruos en los niños tienen el mismo origen, hacen existir un Otro malo, pero un Otro al fin. El monstruo pone un nombre a ese agujero de significación. Los monstruos son el intento de remiendo con el que se da forma a lo informe que se presenta durante el sueño.
El libro "Duérmete niño"[3] de Eduard Estivill ha sido traducido a 22 idiomas y con él se ha intentado hacer dormir a millones de niños. Esto evidencia que dormir para el niño no es tan fácil y ayudarlos a dormir para los padres tampoco. El cuento, la canción de cuna o el peluche, son una red de palabras y de objetos tejidos en la antesala del sueño que intentan nombrar de otro modo para el niño algo de ese goce oscuro que lo amenaza mientras duerme.
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