EL FANTASMA JANO
_Celina Coraglia

Obra: "Serie " Futuro de la Humanidad no está en el guerrero sino en el libro ""
Artista visual: Myriam Jawerbaum

En la presentación del tema de las próximas Jornadas del Instituto del Niño, D. Roy nos invita a explorar y diferenciar dos fenómenos presentes en la clínica con niños: sueños y fantasma. Quiero detenerme en una segunda diferencia que anida en el interior del término fantasma: la fantasía. Me pregunto: fantasía y fantasma ¿son lo mismo -como el vocablo francés fantasme que condensa ambos sentidos parece insinuar? ¿O el fantasma es en realidad un Jano donde las fantasías serían la cara visible, manifiesta, del fantasma inconsciente?

Desplegaré estos interrogantes para intentar entrever el papel y la importancia de las fantasías en la vida del niño.

Una raíz común

Daré un pequeño détour por los orígenes de estos términos antes de llegar a su uso en psicoanálisis.

Etimológicamente, fantasma y fantasía comparten una misma raíz. Ambas provienen -a través del latin- del verbo griego Phainein, que significa sacar a la luz, hacer aparecer, hacer visible. A partir de allí sus caminos se bifurcan. Fantasma [gr. phantasma] remite a una aparición o visión de orden sobrenatural o irreal. En la actualidad, esta acepción continúa siendo la más importante: espectro o espíritu del más allá. Se corresponde a fantôme en francés y a ghost en inglés. En cambio, fantasía [gr. phantasia] designa una representación de la imaginación -ya sea por evocación o por invención. Equivalente en francés a fantaisie y en inglés a fantasy.

Retengamos, por ahora, que Lacan no recurre a ninguno de estos dos términos (fantôme ni fantaisie) con sus resonancias semánticas para traducir al francés el concepto alemán de fantasía [phantasie] de Freud.

El origen de estos términos en la lengua griega nos remite también al Mito de Fantaso[1], uno de los mil Oniros (hijos de Hypnos, dios del sueño) encargados de la figuración de los ensueños. Fantaso, representante del mundo inanimado, crea el escenario de los sueños. Provoca la clase de sueños que nublan la razón y generan confusión entre lo real y lo ficticio.

En este mito, sueños, fantasmas y fantasías se entrelazan en un origen común. Fantaso, creador del paisaje de los sueños, abre a la pregunta sobre la relación entre fantasía y realidad. ¿Es posible delimitar dónde termina la fantasía y empieza la realidad?

El relieve de las fantasías

En el discurso corriente, la fantasía se sitúa como un enclave de lo imaginario en el territorio de la razón. Una frontera clara la separa de la realidad. Faunos y sirenas, ogros y brujas, héroes y villanos, Edipos y Medeas pueblan el país de las fantasías donde todo es posible, sobre todo lo imposible. Los sentidos y las leyes del mundo natural se suspenden. Lo ordinario puede tener lugar junto a lo extraordinario, lo sobrenatural, lo absurdo. Es el territorio en donde la literatura, la pintura, el cine y la música tienen su residencia. Así como también el juego en los niños, precursor de las fantasías o sueños diurnos como Freud muy pronto pudo captarlo.

Así, en el "El Creador Literario y el fantaseo" Freud nos dice que "todo niño que juega - y fantasea agreguemos- se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio, o mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada". "Lo opuesto al juego, continúa, no es la seriedad sino… la realidad efectiva"[2]. Es decir, que también para Freud existe un tipo de fantasía a las que llama conscientes o castillos en el aire, en las que fantasía y realidad se diferencian con nitidez. Pero a diferencia del discurso corriente, no se refieren a un mundo sobrenatural o fantasioso sino al mundo más íntimo del sujeto.

El niño que fantasea distingue claramente su mundo imaginario de la realidad efectiva, a pesar de toda la investidura afectiva que emplea en su construcción. Sin embargo, logra por medio de la fantasía[3], lo que el sueño en el estado de dormir le procura: abolir temporalmente el principio de realidad y que el principio de placer reine.

Bajo este principio, no existe tiempo, ni contradicciones ni imposibles. El deseo es equivalente a su cumplimiento y el niño puede representarse a sí mismo en una realidad más satisfactoria, hecha a su gusto y medida. En palabras de Freud, "cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad"[4].

Junto a las fantasías conscientes que forman parte de nuestra experiencia cotidiana, existen para Freud otros tipos de fantasías a las que sólo tenemos acceso por los análisis que dirigimos: las inconscientes. Entramos aquí en un terreno pantanoso, los límites entre fantasía y realidad se vuelven confusos, borrosos. ¿Cómo saber dónde estamos parados? Freud se topa tempranamente con este escollo. En la carta 69, confiesa "En lo inconsciente no existe un signo de realidad de suerte que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida con afecto"[5].

Lejos de retroceder o menospreciar el papel de las fantasías por su carácter ficcional, Freud encuentra una salida subversiva: confiere a las fantasías una cualidad especial: realidad psíquica, por oposición a la realidad material. Y "en el mundo de las neurosis, afirma Freud, la realidad psíquica es la decisiva"[6]. La fantasía inconsciente, ficción investida con afecto, viene entonces al lugar de lo que no habiendo ocurrido es sin embargo eficaz.

Esta perspectiva, hace de las fantasías uno de pilotes fundamentales sobre los que construye su edificio conceptual y lo empuja a la reelaboración de su teoría del trauma. Si en la génesis del síntoma se encuentra siempre una vivencia infantil traumática, ya no se trata de determinar si fue real o no[7]. Lo traumático es el encuentro mismo con la pulsión. En efecto, todo niño experimenta en su cuerpo, en un momento dado, una "vivencia teñida de un afecto tan hiperintenso"[8] que es incapaz de tramitar por los medios habituales, deviniendo trauma. La fantasía es un modo de ligar lo traumático en una escena, crea un guion que fija para la pulsión un objeto y un recorrido.

En este sentido, las fantasías de seducción, mezcla de verdad y falsedad, revelan ser "intentos por defenderse del recuerdo de la propia práctica sexual"[9], encubrir el periodo autoerótico, atribuyendo a otro la irrupción de la energía sexual. Son una protección frente a la libido propia, "parapetos psíquicos edificados para bloquear el acceso a esos recuerdos (...) sirven a la tendencia de refinar los recuerdos, de sublimarlos."[10] En su armado se combina "lo vivenciado y lo oído, lo pasado (de la historia de los padres y antepasados) con lo visto por uno mismo. Ellas son a lo oído como los sueños son a lo visto."[11]

Este territorio alberga fantasías inconscientes de naturaleza diversa. Desde aquellas que se expresan en sueños nocturnos y síntomas, pasando por las teorías sexuales infantiles con las que el niño anuda los componentes pulsionales en sus primeros años; hasta la novela familiar del neurótico, fantasía novelada, que el niño mayor[12] trama para explicarse a sí mismo la realidad familiar. En un lugar especial encontramos a la fantasía masoquista de Pegan a un niño que lleva a Freud a descubrir la estructura gramatical que subyace a toda fantasía.

Existe además una zona recóndita, apartada, que atesora precipitados de la historia de la cultura, fragmentos de una herencia arcaica, filogenética, transmitidos con el nacimiento. Se hallan aquí otra clase de fantasías, de carácter universal. En ellas, el niño fantaseador "rebasa su vivenciar propio hacia el vivenciar de la prehistoria (...) llena las lagunas de la verdad individual con una verdad prehistórica"[13]. Freud las llama fantasías primordiales u originarias [Urphantasien].

Cada una surge como respuesta a las preguntas que el niño se plantea sobre su origen. La fantasía de seducción viene a responder a la pregunta sobre la irrupción de la sexualidad, la escena primaria, al origen del niño (¿de dónde vengo?) y la de castración, a la pregunta acerca de la diferencia sexual. Al ser respuestas frente a un imposible que todo niño construye, las fantasías primordiales se acercan a la función del mito.

Esta rápida incursión, nos permite captar que el territorio de las fantasías no es para Freud ni llano ni uniforme sino diverso, sinuoso, estratificado. Me pregunto entonces, ¿qué suerte de operación realiza Lacan cuando elige traducir la variopinta phantasie [alem.] por fantasme [fr.]? ¿Se trata de una permutación (un término por otro), una transmutación (que trae algo nuevo) una condensación (con su efecto de reducción, de compactación) o quizás un poco de todo eso?

La luz del fantasma

Sitúo dos pasos en esta operación de Lacan. El primero, en el Seminario 1, donde Lacan retoma el concepto de phantasie de Freud para referirse al recurso, a la barrera, que el sujeto opone a la realidad. "Hay aquí función y en el vocabulario de Freud esto no puede remitir sino al registro imaginario"[14]. La phantasie es leída entonces como una función imaginaria que organiza "la relación del sujeto con lo real cuya característica es la de ser ilusoria"[15]. Recalco el término ilusorio que, como Lacan mismo lo aclara luego, no debe confundirse con "la función de lo irreal".

Encuentro en este detalle la clave para entender este primer paso al que podemos llamar permutación. Lacan no traduce phantasie [alem.] por fantaisie [fr.], ya que este término, presente en el discurso corriente, designa al mundo de lo irreal, lo fantasioso, incluso lo extravagante, bizarro, caprichoso. Recurre en cambio a un vocablo antiguo, caído en desuso: fantasme, confiriéndole un uso neológico que permite conservar la originalidad del descubrimiento freudiano. Fantasme absorbe así toda la riqueza de la fantasía freudiana y se distingue claramente de lo irreal[16].

Pero Lacan no se detiene allí. En el Seminario 5 realiza un segundo paso. Presenta por primera vez la fórmula del fantasma. Este paso implica una transmutación, un pliegue en el interior mismo del concepto. A partir de aquí dejará poco a poco de hablar de fantasmas, en plural, para referirse al fantasma fundamental, en singular. ¿Cómo llega a ello?

En esa época, existía un fuerte debate en torno a la concepción de fantasía inconsciente de la Escuela inglesa. Para los kleinianos, la phantasy[17] [ing.] es la expresión mental de los instintos (forma en que traducen el trieb freudiano). Independiente de lo simbólico, se halla desde el inicio de la vida como "la trama subyacente al mundo de la realidad"[18]. Así, el niño construye la realidad a partir de la proyección de su mundo interior, de sus pulsiones, "de una especie de autogénesis de los fantasmas primordiales"[19].

En este Seminario, sin dejar de reconocer el talento de M. Klein, Lacan va a demostrar las aporías y callejones sin salida a los que esta perspectiva conduce. Si la vía kleiniana lleva a una amplificación[20], una extensión, del concepto de fantasía de Freud, Lacan, con la fórmula del fantasma fundamental, va a ir en la dirección opuesta: hacia una reducción algebraica: S/ (barrado) <> a. Escritura mínima que traza las coordenadas de la superficie por la que se desplazará la vida del niño.

Para Lacan, el fantasma no puede ser reducido a la imaginación, ni ser previo a la experiencia ni a la entrada en el lenguaje. Por el contrario, "es lo imaginario capturado por cierto uso del significante. (...) No es una imagen ciega del instinto (...) es algo que el sujeto articula en una escenificación en la que, además, se pone en juego el mismo"[21]. Es decir, que para el niño, en tanto ser hablante, no hay ni podría haber un abordaje directo de la realidad material. La realidad se constituye mediante el lenguaje. En su encuentro con el enigma del deseo del Otro (¿qué me quiere?) el niño construye una respuesta fantasmática, a modo de una historia o guion, que lo localiza en su relación al Otro.

El fantasma o "fantasía" fundamental -me animaría a decir- dará entonces marco y sostén a la realidad y al deseo del niño. De aquí en más no habrá más realidad que la fantasmática. En su otra cara, el fantasma será, a su vez, matriz para todo el universo de fantasías del niño.

Este carácter jano del fantasme en la lengua francesa se escapa en su pasaje a la lengua española al desdoblarse entre fantasma y fantasía y diluirse esta última en el concepto corriente de fantasía. ¿Cómo no perder este rasgo esencial?

Quizás hallemos una metáfora posible en las equivocidades de nuestra lengua y el fantasma sea un espectro. Pero no del más allá sino un espectro de luz. Se me ocurre que así como la luz blanca al pasar por un prisma se divide en los colores del arcoíris que la componen, el fantasma fundamental al pasar por el yo refracta en un sinfín de fantasías que dan la tonalidad que colorea el mundo del niño. Pero aún un segundo movimiento es posible. Al poner una lente sobre la franja coloreada, se obtiene de nuevo la luz blanca. El trabajo del análisis sería, a mi entender, como esa lente que permite pasar de lo múltiple de las fantasías a lo Uno del fantasma fundamental.

NOTAS

  1. Tomo aquí la versión de Ovidio.
  2. FREUD, S. "El Creador Literario y el fantaseo". Tomo IX. Obras Completas. Amorrortu, Buenos Aires, 2020. p.127
  3. Véase al respecto FREUD, S. "Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico" Tomo XII. Op. cit. Allí explica que en el establecimiento del principio de realidad una actividad del pensar se escindió y permaneció regida únicamente por el principio del placer: el fantasear. En una nota al pie hace una comparación muy ilustrativa: "Como una nación cuya riqueza se basara en la explotación de sus recursos naturales y sin embargo reservase determinado ámbito a fin de que sea dejado en su estado primordial y a salvo de las alteraciones de la cultura (v. gr., el Parque Nacional de Yellowstone {en Estados Unidos})" pp. 226-227.
  4. FREUD, S "El creador literario y el fantaseo" Op.cit. p. 130
  5. FREUD, S. "Carta 69" Tomo I. Op. cit. p. 301
  6. FREUD, S. "Conferencia 23" Tomo XVI. Op. cit. p.336.
  7. Esto no quiere decir, de ninguna manera, que no sea importante constatar un abuso real sino que -real o fantaseada- la escena traumática tiene la misma eficacia patógena.
  8. FREUD, S. "Conferencia 18". Tomo XVI. Op. cit. p.232.
  9. FREUD, S. "Mi tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis" Tomo VII. Op. cit. p.266
  10. FREUD, S. "Manuscrito L" Tomo I. Op.cit. p.289.
  11. Ibid.
  12. Tiene lugar al salir del Complejo de Edipo. Consciente en el niño, inconsciente en el adulto, reaparece en el análisis en forma de vestigios.
  13. FREUD, S. "Conferencia 23 " Op. cit. p. 338.
  14. LACAN, J. El Seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Buenos Aires. p.179.
  15. Ibid. p.180.
  16. Nótese que con el tiempo este vocablo se infiltra en la lengua francesa y comienza utilizarse de manera cotidiana para referirse a toda fantasía del mundo íntimo del sujeto, especialmente sexual, como D. Roy lo señala en su escrito.
  17. En inglés, de modo equivalente al francés, la fantasía se desdobla en dos términos: fantasy (con f) para el mundo de lo irreal y fantasioso y Phantasy (con ph) para el mundo interno del sujeto así como para el concepto de fantasma fundamental.
  18. LACAN, J. El Seminario Las formaciones del inconsciente. Libro 5. Paidós, Buenos Aires, 2022. p. 224
  19. Ibid. p.280.
  20. En el inventario de las fantasías kleinianas encontramos: fantasías originarias, de coito con la madre, de destruir al pene, de la madre castradora, pregenitales (orales, anales y uretrales), sádico anales y sádico orales, canibalísticas, de proyección e introyección. Fantasías persecutorias, de retaliación y de agresión (propias de la posición esquizoparanoide) y de culpa, castigo y reparación (inherentes a la posición depresiva) por nombrar sólo algunas.
  21. Ibid. p.417