SUEÑO Y FANTASMA
_Carolina Koretzky

Obra: "Paisaje rojo. Detalles"
Artista textil: Analía Gaguin

En 1963, en su Seminario sobre La Angustia Lacan aborda la pesadilla poniendo el énfasis en la presentificación en el sueño de un Otro en posición enigmática. El enigma, consecuencia de la confrontación con un significante opaco y vacío de significación en cuanto al deseo del Otro, está ligado a una certeza: ese Otro quiere algo y el sujeto lo ignora.[1] Allí reside la señal de angustia: es la señal de que ya no podemos jugar con el deseo del Otro. Podemos pensar en este punto el porqué de la frecuencia de los sueños de angustia en el niño quien es por excelencia el objeto de demandas y de los deseos parentales, sujeto sujetado al deseo enigmático del Otro. Recordemos rápidamente lo que antecede al estallido de la fobia de Juanito. De hecho, en el apartado D del capítulo 7 de la Interpretación de los sueños, Freud señala que hay que abordar el problema de la angustia en los sueños a través de la fobia ya que la angustia solo surge cuando el síntoma de evitamiento fóbico fracasa. Para Lacan la angustia de Juanito, antes de la aparición del síntoma-, no responde a la amenaza de castración frente al deseo incestuoso (interpretación edípica) sino que está del lado del agujero que se abre para el niño a partir del despertar pulsional. Lacan nos permite pasar de la lógica de la castración –que no será anulada- a la lógica de la irrupción. La eclosión de la angustia comienza en el interior del cuerpo bajo la forma de una extranjeridad provocada por las primeras erecciones. Un agujero se abre, mientras Juanito vivía plácidamente en el paraíso del falo imaginario que encarnaba perfectamente para el Otro materno, la llegada de la hermana y la irrupción del pene real lo confrontan a la imposibilidad de satisfacer a la madre, confrontación a la falta materna que el niño no puede colmar, como dice Lacan, con esa "cosita miserable". Frente a esta apertura, el niño se encuentra preso de las significaciones del Otro. El dilema de Juanito comienza allí y la salida será el síntoma fóbico. Pero el inicio del dilema está en la confrontación con el deseo del Otro, y lo que Lacan llama allí "regresión": al no poder completar a la madre con el falo, el riesgo es de ser enteramente él mismo tomado como objeto de devoración.

Traigo este ejemplo paradigmático porque nos indica el valor que debemos acordar en la clínica del niño a estos momentos de brecha que tendrá razones y causas singulares en cada caso. Vemos como los sueños de angustia se inscriben en esta brecha que se presenta al niño en el momento en que la falta del Otro aparece y que él ya no sabe qué quiere ese Otro, confrontación al enigma del deseo del Otro y la angustia consecuente, el sujeto ya no sabe qué objeto es para el Otro en su deseo. La angustia marca la emergencia para el sujeto de su dependencia al Otro que es propia a toda constitución del sujeto. Los caballos para Juanito son el lugar de la transposición de esta angustia ligada al enigma del deseo del Otro, se opera el pasaje del enigma al objeto. Esto marca la dirección de la cura que Lacan mismo propone: pasar del objeto al enigma respetando el valor del síntoma como solución.

Es por ello que los sueños de angustia en los niños son siempre un pharmakon puesto que se presentan con frecuencia plagados de monstruos, animales feroces, zombis y tantas otras figuras que le envenenan la vida, que no lo dejan dormir -ni a ellos ni tampoco al Otro parental-, pero serán también el remedio por el cual el niño podrá, vía la transferencia, salirse de ellos, contándolos. Esto que se presenta al sujeto en el espacio del sueño, vamos a intentar atraparlo en la cura pero mediante la articulación. Podemos apostar que cuanto más logremos rodear, bordear a través de la cadena significante lo real en juego en los sueños de angustia, menos ese real tendrá que insistir e irrumpir en el espacio del sueño. Porque si para el niño las pesadillas están pobladas de seres terribles, para el analista se trata de pensar el miedo a partir de la angustia como señal de un real.

Une niña de siete años presenta un síntoma de fobia acompañado de sueños de angustia. Fue traída por los padres agotados ya que el estado de terror de la niña no los dejaba dormir. La fobia había comenzado un año y medio atrás cuando su hermanito nació. El personaje principal era una bruja, particularmente, el grito de la bruja. Este grito la niña lo había escuchado en un cuento audio, se dice aterrada y se impone poco después la idea que la bruja vivía en su armario. Las pesadillas se hacen cada vez más frecuentes, le es difícil relatar los sueños, solo sabe que se despierta bruscamente, llorando y recuerda vagamente la presencia de ladrones en el sueño. El miedo a dormir sola en su cuarto se instala a causa de la bruja en el armario y de las posibles pesadillas. Cuando los padres llegan a la consulta me dicen que solo se duerme acompañada del padre en su cuarto, sino, es el padre quien tiene que dormir en el salón y ella duerme con la madre. Es imposible llevarla a su cuarto durante la noche porque tiene un sueño muy ligero y verifica sin cesar la presencia del otro parental. Los padres me dicen que están agotados y frustrados ya que la sexualidad entre ellos se volvió no solamente poco frecuente, sino que no logran concebir el tercer hijo que tanto desean. La niña habla abiertamente de sus miedos en sesión, pero también de su hermanito que quiere mucho, pero me dice que no entiende porqué él pudo dormir en el cuarto de los padres durante sus primeros meses y ella no. Va a utilizar durante varias sesiones los playmobils. Un día arma con los playmobiles la disposición de su casa, me muestra donde está el cuarto de sus padres y me confía un secreto: lo que más le gustaría sería construir una ventana entre la habitación de los padres (donde ella duerme finalmente casi todas las noches) y la cocina en donde tienen lugar la mayoría de las conversaciones de los padres, esas conversaciones que no logra escuchar. Me dice que le pidió varias veces a la madre que pongan una ventana entre la cocina y el cuarto. Leo allí la curiosidad sexual de la niña y el inicio de constitución de un fantasma donde la pulsión escópica es central: ver por el agujero en el punto mismo de su exclusión, de su eyección de la escena. Vemos allí un inicio de una cadena significante, una serie que se constituye: el armario, el grito, la ventana. Me permito señalarle: "ah querer ver todo" "escuchar todo". Los padres verifican un apaciguamiento de los del estado de tensión, no logra dormir sola pero ya no se despierta durante la noche, no presenta más ese estado de alerta que refleja una oposición al deseo de dormir. La niña logra decir su ambivalencia hacia un hermano que adora y envidia a la vez, no sin relación a la figura de ese ladrón que invade sus sueños, aquel que le robó su lugar de objeto único de adoración materna.

Dos interpretaciones desanudan el síntoma que se revela en su estatuto de verdad y de satisfacción. Hablando del hermano: "Lo quiero pero a veces no lo soporto más!": le digo, "si, una niña me dijo una vez que eso la hacía sentirse una bruja", "si, soy un poquito bruja". Segunda interpretación clave, es la última sesión antes de las vacaciones de verano: María juega con los playmobils, arma un cuarto con una cama matrimonial donde acuesta un hombre y una mujer. Un niño aparece y pide acostarse con los padres en la cama, los padres responden: "no, este no es un lugar para los niños" y yo replico: "claro, es el lugar donde se hacen los niños". La niña se sorprende, corto la sesión. La veré solo una vez después de las vacaciones, la fobia y las pesadillas recurrentes habían cedido.

NOTAS

  1. Cf. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 73.